Las plantas hablan
En una entrevista reciente, la artista y activista shipibo Olinda Silvano Inuma, cuyo nombre indígena es Reshinjabe (Primer respiro), definió el Kené como “la energía del pueblo Shipibo”.1 Para ella, elkené es “la unión del pueblo”, es decir, una memoria de los vínculos y la interrelación. En lengua shipibo-konibo, la palabra kené significa ‘diseño’ y alude a los innumerables patrones geométricos realizados habitualmente por mujeres sobre cerámicas, textiles, pinturas, objetos y sobre la piel humana. El pueblo Shipibo-Konibo es un grupo indígena de la Amazonía que vive en las riberas del río Ucayali –un enorme río que surge en la Cordillera de los Andes y que se une al río Amazonas en el norte del Perú–, a donde llegaron hace más de 1000 años.2Actualmente, la comunidad shipibo mantiene un diálogo e intercambio dinámico con los pueblos indígenas vecinos, como los machiguenga, asháninka o yine, y tiene además una importante presencia en espacios urbanos de ciudades como Pucallpa o Lima, las cuales se han convertido en importantes lugares de producción y comercio para sus creaciones estéticas decoradas con kené.
El kené es un método de construcción de imágenes que presenta una comprensión distinta del tiempo y del espacio en donde la vida humana, la naturaleza, el territorio y los seres espirituales existen en dimensión recíproca y en continuación física y espiritual. En una entrevista reciente, Olinda describe el kené como una herencia ancestral transmitida por generaciones. Ella aclaró que éste no se puede copiar –no puedes simplemente reproducirlo de un dibujo–: “el kené se aparece en tu mente y conforme agarras el pincel va trabajando y va diseñando.” Este surge de las visiones inducidas por el uso de plantas, como el ayahuasca o el piri-piri, y se origina también de la energía de la piel de la anaconda (ronin) que “contiene en estado potencial todos los diseños de todas las plantas, animales, cosas, espíritus y humanos”, tanto del pasado, del presente y del futuro.3 Es importante notar que no se trata de una relación vertical en la cual los humanos simplemente extraen saberes o beneficios de la naturaleza. Desde una visión shipibo del mundo, los peces, los ríos, los árboles, las anacondas y los frutos no son entes pasivos para ser dominados, sino seres activos que tienen un saber. Es decir, “no se trata simplemente de que las plantas (...) ‘tienen propiedades curativas’. Se trata de algo más: las plantas, o más precisamente sus dueños, los espíritus, tienen pensamiento y es ese pensamiento el que es comunicado a la sangre de los humanos.”4 Es elocuente que Olinda diga con énfasis que lo más importante en su pintura Plantas que curan era plasmar la energía del río Ucayali a través de distintos tipos de kené. “Nunca vamos a dejar a nuestro río Ucayali” señalaba: “eso es lo que da la vida, el agua, los peces, el Ronin; el Ronin es la madre de la tierra; si el Ronin sale, el agua se seca.”5
Estas formas de continuidad entre los cuerpos, los animales, las plantas, el territorio y los mundos espirituales es el hilo común que impulsa este proyecto de INSITE Commonplaces y este número del INSITE Journal. El inicio del proyecto fue a través de una invitación hecha a Olinda Silvano y al colectivo Shinan Imabo (Nuestras inspiraciones) de la comunidad de Cantagallo, en Lima, para desarrollar un conjunto de pinturas y textiles que registren su experiencia y perspectiva de la reciente crisis sanitaria, social y política. Olinda es una importante impulsora del trabajo creativo de mujeres artistas y artesanas que transmiten la tradición amazónica a través del tejido, el dibujo y la pinturas murales. Ella es parte de una de las primeras familias shipibo que cofundó la comunidad Cantagallo, creada en el año 2000 y convertida en asociación al año siguiente. Ubicada al lado del río Rímac, esta comunidad reúne a a una gran comunidad shipibo que empezó a migrar a Lima a mitad de los años noventa.
Desde un inicio, el proyecto se desarrolló bajo una dinámica de conversación y corresponsabilidad en la toma de decisiones. Si bien por razones logísticas el trabajo inicialmente contemplaba un número menor de participantes, Olinda insistió en convocar a la mayor cantidad de mujeres y generar una plataforma más compleja de conversación e intercambio. El grupo de treinta estuvo finalmente compuesto por Salomé Buenapico Silvano, Soraida Cumapa, Doris Gómez, Dora Inuma, Wilma Maynas, Cecilia Meléndez, Edelmira Mori, Fenicia Betsabé Mori, Juana Nunta (Tita Rona), Karina Pacaya, Claudia Pacaya, Rosa Pinedo (Miluska), Delia Pizarro, Metsá Rama (Pilar Arce), Juana Reátegui, Betty Reátegui Cruz, Silvia Ricopa, Mechita Sampayo, Cordelia Sánchez, Olinda Silvano, Lucy Silvano, Sadith Silvano, Jessica Silvano (Nete Bena), Zaida Silvano, Nelda Silvano, Inés Sinuiri, Isolina Tananta, Emilia Teco, Priscila Vásquez, y Delcia Martinez Zavaleta. La asociación de madres artesanas Shinan Imabo (Nuestras inspiraciones) fue fundada a inicios de 2021 con el deseo de generar una plataforma de apoyo mutuo que les permita ofrecer sus creaciones, generar ingresos económicos y compartir sus saberes comunitarios. El trabajo de la artista y curadora Gala Berger fue también decisivo. Ella empezó en una labor de asistencia pero gradualmente se convirtió en una importante voz curatorial y una interlocutora activa para todas las artistas y artesanas.
Entre noviembre de 2021 y abril de 2022, las integrantes de Shinan Imabo (Nuestras inspiraciones) crearon cerca de un centenar de textiles, pinturas y objetos que nos revelan una perspectiva importante sobre la pandemia y las luchas sociales actuales. De hecho, Cantagallo se vio seriamente afectada en los momentos iniciales, cuando aún se sabía muy poco sobre el virus. En abril de 2020, a pocas semanas de la declaración del estado de emergencia en Perú, Cantagallo fue escenario de uno de los peores brotes de COVID-19: más del 70% de sus habitantes dieron positivo. Al igual que ellos, muchas poblaciones indígenas quedaron desabastecidas de alimentos y con muy poco o ningún acceso a atención médica en los inicios de la pandemia. Las obras producidas por Shinan Imabo (Nuestras inspiraciones) dejan en claro que el COVID-19 no es solo una crisis sanitaria sino una crisis social y ecológica. Más aún, sus obras nos señalan que el arrasamiento del medio ambiente no es tan solo un efecto colateral del discurso moderno/colonial de progreso occidental sino el corazón de su funcionamiento. Tomando como punto de partida la experiencia de la pandemia, estas obras exploran los mecanismos de violencia y despojo colonial, la ausencia de políticas de salud interculturales que combinen saberes ancestrales y occidentales, el racismo estructural, las formas de cuidado comunitario, el trabajo colectivo, la solidaridad entre mujeres, el saber sagrado de las plantas, los procesos de migración y las complejidades de vivir en una ciudad como Lima sin perder sus raíces shipibo.
Los textos reunidos en esta edición del INSITE Journal buscan ofrecer un contexto más amplio para pensar el trabajo desarrollado por Shinan Imabo (Nuestras inspiraciones), dejando en claro que el kené no es únicamente una forma estética o artística sino también ciencia, medicina, filosofía y ecología. En la sección IN FOCUS, la historiadora de arte María Eugenia Yllia analiza la obra Historias de la selva y la ciudad (2013) creada por Olinda Silvano (Reshinjabe) y la artista visual Julia Ortiz Elías. Esta pieza, que combina pintura y bordado, fue producida gracias a una invitación del antropólogo y curador César Ramos para participar en la exposición “Mujeres de la floresta” (Centro Cultural de España de Lima, 2013). La autora desmenuza las historias de niñez que Silvano y Ortiz plasmaron en esta obra: las historias de migración, violencia social, y cómo mujeres comparten esfuerzos de resistencia y lucha desde el arte. Por su parte, el artista y activista shipibo Ronin Koshi toma como punto de partida la pintura El árbol que salvó a los Shipibos y la resistencia cultural (2021) de Metsá Rama para contar la gravedad del impacto de la pandemia en la comunidad Cantagallo. Koshi subraya la importancia del árbol del eucalipto, cuyas hojas junto a varias otras plantas, permitieron elaborar medicina para hacer frente a la emergencia sanitaria. Su texto es un testimonio de supervivencia frente a un Estado y a políticas públicas que no velan ni garantizan el bienestar de la población indígena amazónica, lo cual evoca momentos anteriores de genocidio de las poblaciones indígenas a lo largo de la historia.
Para la sección ENSAYOS, la educadora y activista shipibo Mery Fasabi elabora sobre la experiencia de un grupo de activistas indígenas voluntarios que desafiaron la inercia del Estado para proponer formas de tratamiento gratuito frente al COVID-19 a través de los conocimientos sagrados de las plantas. Fasabi narra el trabajo realizado por Comando Matico desde mayo de 2020, del cual ella es cofundadora. Por otro lado, la historiadora de arte y curadora Giuliana Vidarte traza un arco de veinte años para pensar el arte shipibo reciente desde dos posiciones: por un lado, el trabajo de Elena Valera (Bawan Jisbe) de fines de los noventa –una década en la cual distintas formas de arte indígena emergen e interrumpen los discursos tradicionales de la escena artística limeña–, y por otro, la obra de Chonon Bensho, una de las artistas jóvenes más sobresalientes del presente, quien ha ganado recientemente el XII Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú. Al analizar el trabajo de ambas, Vidarte observa los cambios en la representación del kené así como la persistencia en las luchas por la defensa del territorio.
Este Journal incluye también las cuarenta y dos obras exhibidas en “Madres plantas y mujeres luchadoras: Visiones desde Cantagallo”, curada por Gala Berger, Miguel A. López y Olinda Silvano Inuma (Reshinjabe), en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Lima. El notable diseño de exhibición de Giacomo Castagnola y Germen Estudio se despliega magníficamente en varias vistas de instalación tomadas por Philipp Scholz Rittermann. La sección DOCUMENTS reproduce un fragmento de una conversación entre la lingüista Pilar Valenzuela Bismarck (Metsá Rama) y la ceramista Agustina Valera Rojas (Ranin Ama) publicado en el libro Koshi Shinanya Ainbo, el testimonio de una mujer Shipiba (Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2005). Este diálogo recoge historias asociadas a las tradiciones, la vida cotidiana, el lenguaje y las formas de organización social shipibo; es un valioso documento que ofrece un testimonio sobre las transformaciones de la cultura shipibo-konibo en el presente desde una perspectiva de mujer. La sección CONVERSACIONES ofrece transcripciones de varios intercambios en vivo y grabados que tuvieron lugar durante el proceso de realización de INSITE Commonplaces en Lima. Esta incluye las voces de Olinda Silvano Inuma (Reshinjabe), la artista textil y activista feminista Cristina Flores Pescorán, el pintor y activista Uitoto Santiago Yahuarcani y la poeta, artista y activista feminista chilena Cecilia Vicuña. A modo de cierre, Gala Berger y Metsá Rama (Pilar Arce) prepararon un glosario Shipibo que pone énfasis en los múltiples significados de palabras y conceptos como mariposas, ojos, sirenas, sangre, delfín, sueños, kion (jengibre) y arte. Basados en la memoria afectiva de Rama, estos son presentados como puentes para moverse entre distintos mundos.
En su conjunto, las obras producidas por el
colectivo Shinan Imabo (Nuestras inspiraciones) y
los textos aquí reunidos buscan ser una contribución
a pensar las intersecciones entre el arte y las luchas por la justicia social y ecológica. La crisis sanitaria y la catástrofe climática son procesos que no se
restringen a los últimos años sino que forman parte
de una larga historia de extracción y despojo que han experimentado, primero que todo, los grupos
indígenas y otras comunidades colonizadas. Eso
significa que para hablar de relacionalidad, solidaridad
o agencia, debemos, primero que todo, reconocer
que nuestros vínculos sociales están modelados por desigualdades profundas. No existe hilo común
sino somos capaces de nombrar esa matriz colonial
que hace que las comunidades indígenas aparezcan
como lugares de orgullo e identidad nacional, a la vez que son expoliadas por el mundo occidental y
negadas por grupos conservadores y racistas.6 Las
representaciones y visiones que ofrece la cultura
shipibo-konibo subrayan una relación con el mundo
que toma distancia de la razón extractiva. Evitando
caer en idealizaciones exotizantes, y a pesar de las
limitaciones que tenemos desde el mundo occidental
para comprender –o más habitualmente, un deseo por
no entender–, el pueblo shipibo-konibo nos llama la
atención sobre la importancia de respetar la energía
de las plantas y los conocimientos que vienen de los
abuelos, del territorio y de los seres espirituales.
Las imágenes y ensayos reunidos en este número buscan también hace un aporte a la historia del arte, ayudándonos a desafiar el paradigma occidental, blanco, urbano, masculino, y los valores y categorías eurocéntricas tradicionales que modelan las narrativas artísticas dominantes. Esta es una tarea ciertamente difícil para todos aquellos que hemos crecido y aprendido a entender la cultura con esos anteojos. Esta publicación es un intento de diálogo intercultural que toma como punto de partida imágenes y palabras que buscan acompañar las luchas del pueblo Shipibo y sus reclamos por la preservación y el respeto de sus saberes ancestrales, por acciones urgentes para prevenir la destrucción de la Amazonía y por mejores condiciones de vida para los pueblos indígenas en Perú y en todas partes.