INSITE Journal
David Harvey
The University and the Museum in the Global Economy [Conversación I: La universidad y el museo en la economía global]

Fragmento de su intervención en Conversation I, 15 de octubre de 2000

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David Harvey
The University and the Museum in the Global Economy [Conversación I: La universidad y el museo en la economía global]

Fragmento de su intervención en Conversation I, 15 de octubre de 2000

             Quiero abordar dos problemas explícitos. Va a sonar un tanto ominoso, en el sentido de que estos son, a mi parecer, los grandes problemas en los que realmente deberíamos estar pensando en este momento. Los dos problemas son: en primer lugar, la cuestión de las rutas del cambio tecnológico y científico, o, en el anticuado lenguaje marxista, las revoluciones y las fuerzas productivas. Y la segunda cuestión es lo que hoy en día se conoce con el nombre de globalización, que es la reorganización de la economía mundial de acuerdo con pautas bastante nuevas. En ambos casos, quiero argumentar que estos procesos reciben su impulso de la acumulación de capital y que han existido entre nosotros desde hace mucho tiempo. Los poderes del cambio tecnológico llevan conectados al complejo industrial militar por lo menos desde el siglo XVI, si no es que antes. La globalización ha estado en marcha: la formación del mercado mundial mediante el comercio, la exportación de capital, la transformación de la fuerza laboral en distintas partes del mundo. Esto lleva en marcha al menos desde 1492, si no es que antes. De modo que los dos procesos de los que hablo son persistentes. Pero pienso que se puede plantear, con argumentos sólidos, que los últimos 20 o 30 años se aceleraron hacia un terreno ligeramente distinto, lo cual los hace bastante diferentes en términos cualitativos. No me extenderé demasiado en el aspecto científico tecnológico, salvo para decir lo siguiente. Mucho se habla sobre la creación del ciberespacio, el Internet, las revoluciones derivadas de la tecnología de la información y todo lo demás, y esto es sin duda un elemento muy importante del nuevo mundo en el que vivimos, lo cual plantea toda una serie de cuestiones específicas. Y, por supuesto, todo está fuertemente vinculado con el proceso de globalización.

            Sin embargo, en lo que a mí concierne, me parecen aún más importantes las revoluciones que se han dado en los conocimientos sobre biología y en la biotecnología a lo largo de los últimos veinte o treinta años. Creo que los procesos de ingeniería genética, intervenciones genéticas y transformaciones genéticas son bastante cruciales, pues abren la puerta a la posibilidad de que realmente podamos intervenir en ese nivel en el proceso evolutivo, e intervenir de manera importante. Ahora bien, claro que los seres humanos siempre hemos sido agentes evolutivos por medio del cultivo de plantas, la modificación de hábitats y cosas así. Pero esto me parece un tanto distinto en términos cualitativos, en el sentido de que estamos interviniendo en un nivel y con una serie de mecánicas que son instantáneas, y no tanto continuadas. Estas revoluciones plantean de inmediato la pregunta de con qué modelo de proceso evolutivo nos queremos comprometer. Gracias tanto a las intervenciones indirectas en la destrucción y la modificación de hábitats, como a las intervenciones genéticas, tenemos la posibilidad de controlar el proceso evolutivo o de intervenir en él de estas formas fundamentales, no sólo en términos de nuestra propia evolución, sino también de la evolución de muchas de las especies del planeta. Esto plantea toda una serie de preguntas en cuanto a si este proceso evolutivo debería dejarse en manos de las multinacionales… ¿En qué tipo de planeta queremos vivir? ¿Qué tipo de diversidad de especies queremos mantener? Me parece que todos estos temas se acumulan en torno a la noción de que estamos en un punto en el que, o bien discutimos de manera consciente estas cuestiones en un intento, no necesariamente de llegar a una respuesta específica, sino al menos de transformar e intervenir en los procesos que están transformando e interviniendo en el proceso evolutivo, o bien nos limitamos a ser una especie de objeto de este proceso evolutivo y, por así decirlo, simplemente dejamos que ocurra. Creo que hay un tema de conversación muy importante que debe tocarse en torno a esta pregunta.

        La segunda cuestión es el proceso de globalización. De nuevo, [este proceso] lleva en marcha desde hace mucho, mucho tiempo. Pero a lo largo de los últimos 30 años, más o menos, se ha conectado con una importante financialización del capital, la organización de los mercados financieros, la reorganización de las divisiones del trabajo a escala mundial, la desindustrialización y la reindustrialización, todo ese tipo de cosas con las que ustedes quizá estén familiarizados. Ahora bien, podemos hacer un análisis de la globalización. No propongo hacerlo aquí, ni tampoco explicar las diversas formas en que puede entenderse. Pero sí quisiera señalar algunos elementos específicos al respecto porque también quiero verlo como un proceso un tanto contradictorio y bastante más complicado de lo que suele presentar la literatura sobre el tema. El primer punto que quiero plantear es el interesante diálogo que se está estableciendo entre estos procesos llamados de globalización. La conciencia que se tiene de ellos y su representación, se asumen como si fuesen algo etéreo, algo tan lejano, que de alguna manera ninguno de nosotros puede hacer nada al respecto. La globalización está ejerciéndose sobre nosotros. Los gobiernos no la pueden controlar. Nadie puede. Hay algo llamado globalización que está sucediendo. Tiene más o menos una cualidad etérea. Esa cualidad etérea conecta, por así decirlo, puntos opuestos de la escala de las cosas, como lo son las nociones de lo individual y lo personal. Y a veces parece que el diálogo y la discusión están segregados del debate sobre la globalización que esta hasta allá arriba y por otro lado, acá abajo, está la vida personal, el bienestar personal, como quien dice, la persona. Y de alguna manera, estos dos niveles no se conectan. Una de las cosas que he tratado de hacer en mi último libro es apuntar cual es la conexión entre esos dos discursos de la globalización y, por ejemplo, el cuerpo de una persona o un individuo. ¿Cuál es la conexión entre ambas?

            Y, naturalmente, si se piensa en el proceso laboral, inmediatamente se ve la relación entre el cuerpo de un trabajador en una planta Ikea en Indonesia siendo utilizado en cierta manera y para cierta clase de propósitos y la relación que tiene esto con lo primero. Así es que existen todo tipo de conexiones. Pero también hay un vínculo progresista interesante. Aquí quiero jugar con la dualidad. Una conexión progresista. Durante los últimos años ha habido un tremendo resurgimiento de planteamientos interesantes de, por así decirlo, los derechos humanos, que son los derechos del individuo y del cuerpo con relación a estos procesos. Y, en ese punto, más o menos se puede ver la conexión. Y entonces uno empieza a verla en otros niveles, tales como las conferencias internacionales sobre población y mujeres, que tratan, como ustedes saben, sobre los derechos reproductivos de las mujeres y su relación con los procesos globales de transformación poblacional. Así, por decir, hay puntos de dialogo entre esos dos niveles a los que me referiré posteriormente.

            El siguiente punto que quiero plantear es que, en efecto, si se empieza a desentrañar lo que significa la globalización, no existe en un aspecto etéreo allá arriba. De hecho, está ocurriendo en todo tipo de niveles y toda clase de escalas. Y creo que tendríamos que empezar a ver las diferentes escalas en las que opera el proceso de globalización para entender más claramente cómo intervenir en ellos políticamente. Porque una de las cosas a las que me he opuesto vehementemente durante los últimos años es a la sensación de impotencia que nos hace creer que no podemos intervenir, que no podemos hacer nada; que la única opción es atender nuestro propio patio trasero. Cuidar nuestra propiedad y hacer que suba de valor, o algo por el estilo. Y que no se puede hacer casi nada más. Y todo esto se proyectó en la famosa frase de Margaret Thatcher, con la cual he entablado una batalla campal, que es la noción de que no hay alternativas. Y, como digo, pues a lo mejor sí deberíamos estar pensando en alternativas. Y entonces, surgen planteamientos como: ¿Dónde podemos pensar alternativas? ¿Cómo podemos pensar alternativas? Y es muy difícil pensar en alternativas si sólo se piensa en la globalización como en un juego de procesos etéreos fuera de nuestro control. Pero si se comienza a pensar en las alternativas, se empieza a desentrañar.

            La globalización tiene consecuencias en un nivel muy personal. Ya he mencionado el tema de los derechos humanos, y su resurgimiento en años recientes, por ejemplo, con la noción de crímenes contra la humanidad. [Un ejemplo de ello es] el arresto del General Pinochet en Londres, en respuesta a la orden de un juez español, por crímenes cometidos en Chile. Bueno, éste es un aspecto de la globalización, y muy interesante. Nos dice que hay maneras de responsabilizar de cierta forma a individuos y entidades por acontecimientos en otras partes del mundo. Y aquí es donde se hacen evidentes algunas de las posibilidades constructivas que surgen del argumento de la globalización. La globalización también tiene efectos en otros niveles, por ejemplo, en el ámbito comunitario. David Avalos se refirió brevemente a esto. Creo que es muy importante reconocer que lo que está sucediendo, por ejemplo en San Diego, lo que está sucediendo en Baltimore, no se limita a nuestras políticas locales. Está conectado en formas muy importantes al proceso de globalización. Y, al actuar en este ámbito, se puede desarrollar una labor de transformación, que, llevado a otros niveles, tiene la posibilidad de intervenir sobre la situación política de manera muy diferente.

            Muchas personas ya no tienen confianza en el Estado-Nación. Dicen que el Estado-Nación ya carece de poder. Pues, saben, habiendo cruzado la frontera hacia el sur dos veces en el último par de días, ¿todavía pueden creer que la idea de Estado-Nación carece de poder? Es una locura. Y también en ese nivel hay algo crucial. Los Estados-Nación no carecen de poder. Los Estados-Nación son contenedores de poder terriblemente importantes que tienen la posibilidad de participar en este proceso en formas muy distintas. Y si se empiezan a analizar las formas en las que diferentes estados-nación han respondido a la globalización, han afectado la globalización, entonces se puede decir que la política del Estado-Nación de hecho es un terreno de intervención muy importante. Hay configuraciones regionales, que están supeditadas al Estado-Nación y algunas instancias están por encima del Estado Nación, configuraciones regionales que son muy importantes de considerar.

            Y, de hecho, en algunos casos se está formando una conciencia regional, como puede verse en varias zonas de Europa. Al mismo tiempo, tenemos a la Unión Europea, una especie de región de gran escala, y también están surgiendo varios movimientos de consciencia regional, y no sólo me refiero a los centros tradicionales como el país vasco, sino también al norte de Italia y otros lugares similares. Así, por decirlo de alguna manera, tenemos de nuevo una reconfiguración distinta. De nueva cuenta, todas estas cosas no están desvinculadas de ese proceso muy general al que llamamos globalización.

            Por otro lado, están los institutos multinacionales o transnacionales que, como la Unión Europea o el TLC, también tienen una influencia importante sobre la forma en la que se desarrolla este proceso. Y también hay instituciones globales como el FMI, la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y todas esas cosas que han estado en la mira de los radicales durante los últimos años en Seattle, Washington, Praga, Melbourne, etc. De tal forma, uno empieza a pensar que existen toda una serie de capas de actividad que suceden en diversas escalas. Y una de las preguntas que necesitamos plantearnos es qué relación hay, por ejemplo, entre lo que sucede aquí en San Diego en el ámbito comunitario, en el nivel comunitario muy local, en el nivel metropolitano y también que significa esa relación en función de la clase de conciencia regional que puede estar surgiendo a lo largo de la frontera. De qué se trata todo eso y cómo se relaciona, por así decirlo, con los procesos de globalización. Durante los últimos años han ocurrido muchas transformaciones. Por dar un ejemplo, que al verlo ayer me pareció bastante catastrófico, Operation Gatekeeper y el muro fronterizo. Lo que quiero decir es que sigo pensando en la tremenda euforia en torno a la destrucción del muro de Berlín, cuando la gente tomó mazos y arrasó con todo el muro. Francamente, mi respuesta ante eso, durante el evento La nube de Alfredo Jaar fue tomar un mazo y arremeter contra la barda. Y luego me quede pensando: ¿Por qué de alguna manera esta barda se considera legítima? ¿Por qué estamos erigiendo muros en algunas partes del mundo y derrumbando otros en otros lugares? ¿Por qué hay personas detrás de comunidades bardeadas, viviendo en esas comunidades y erigiendo muros por todos lados? Al mismo tiempo, la globalización está sucediendo. ¿Qué está pasando? ¿Cuál es la relación entre ambas? Y quiero plantear que las relaciones no son casuales o accidentales. La globalización está transformando estructuralmente las formas en que la vida se desarrolla en términos geográficos. Ahora bien, ¿qué clase de respuestas planteamos ante estos dos procesos de globalización y de cambio tecnológico? Me parece que hay algunas preguntas fundamentales que podemos plantear.

            Yo trabajo en una Universidad y puedo asegurarles que estas preguntas no suelen plantearse dentro de ese espacio. Ni siquiera estoy seguro de que se estén planteando en ningún lugar, ni de ninguna manera coherente. Hace un mes estaba en el Vaticano, de todos los lugares posibles. No soy católico. Ni siquiera soy particularmente religioso. Pero uno de los puntos interesantes de la discusión en el Vaticano era precisamente el tema de qué significa ser humano en este momento. ¿Podemos desarrollar una manera de pensar que resuene entre los marginados, los oprimidos, los excluidos y los alienados? Y, de ser así, ¿qué cosas nos gustaría decir? Como una fuerza que se opone, en el lenguaje del Vaticano, al materialismo, al nihilismo y al postmodernismo de la cultura contemporánea y todo lo demás. Pienso que, por lo menos para mí, lo interesante era lo serio de la pregunta. ¿Qué significa ser un ser humano en un momento en que tenemos todas estas capacidades y poderes ante nosotros? ¿Y cómo vamos a entendernos a nosotros mismos? Y algunos de estos aspectos se están planteando cuando se habla de asuntos que tienen que ver con los derechos humanos en general, los intereses de los derechos colectivos, todos los planteamientos en torno al relativismo cultural y el mal uso que se hace de este. De tal suerte que existe toda una gama de sitios, si así se quieren denominar, de discusión sobre el pensamiento y el sentimiento. Y pienso que el sentimiento probablemente sea más importante que el pensamiento. La sensación de que hay algo que esta catastróficamente mal. Algo está totalmente fuera de lugar. Parece que estamos encaminados en la dirección errónea. Que tomamos el tren equivocado. Necesitamos bajarnos. Necesitamos crear otro. ¿Y cómo podemos hacer esto? Y si se plantean a ustedes mismos la pregunta ¿En dónde está la oposición a todo el sistema del que estamos hablando? La respuesta es que está por todos lados. Lo encuentro en mi propia ciudad en términos de los movimientos en pro de mejores salarios, y en el descontento y la enajenación en muchas comunidades marginadas. Lo encuentro en muchos otros lugares, saben, los movimientos campesinos en la India o los movimientos rurales en Brasil. Quiero decir, adonde quiera que miren hay todo tipo de movimientos por todos lados que son movimientos de oposición. Y la postura que todos ellos plantean es que algo está mal y que algo se tiene que hacer al respecto. Y a veces se refieren a un tema específico sobre, por ejemplo, el medio ambiente o la autonomía cultural o las garantías y libertades individuales y todo ese tipo de cosas. Pero algo está mal.

            Debemos empezar a hablar sobre por qué esto que está mal está tan mal… Mi respuesta es muy sencilla. Es porque nos hemos dado por vencidos ante los poderes de la acumulación y el dinero. Tan sencillo como eso. Todo ello nos tiene de rodillas. Con esto no quiero decir que todos los que ejercen ese poder sean personas malvadas y despreciables; más bien, lo que quiero es señalar que allí es donde se encuentra el poder. Y parecería que no podemos movilizarnos en su contra. Vean las elecciones y vean lo que David estaba mencionando. ¿Entonces cómo empezamos a configurar una conversación sobre alternativas? Esa conversación debe abordar lo que para mí es realmente el tipo de tema fundamental sobre quiénes somos y en qué nos queremos convertir. ¿En qué tipo de mundo queremos vivir? Y si el capital no puede darnos ese mundo, entonces deberíamos encontrar alguna manera de deshacernos de él y construir algo completamente distinto. Ésa es una solución revolucionaria. Éste es un lugar terrible para decir eso, ¿no? Existen posibilidades: me parece que la posibilidad socialdemócrata consistiría en controlar [el capital] de alguna forma. Convertirlo en un sirviente, en lugar de dejar que sea el amo. Controlarlo y ver si puede utilizarse. De hecho, en este momento, por supuesto, están surgiendo todas estas instituciones cuyo fin es precisamente regular y controlar. Tenemos preguntas sobre la inestabilidad financiera, ¿cómo se puede regular y controlar? Tenemos preguntas sobre el medio ambiente, ¿cómo se puede regular y controlar? Tenemos preguntas sobre cuestiones sociales y políticas, ¿cómo se pueden regular y controlar? Así que, de hecho, en la actualidad hay una especie de cuasi retorno de la idea de que en algún momento habrá algún aparato regulatorio global. Y ese tipo de tema, que se considera un tipo de problema técnico administrativo, viene acompañado de otro problema: qué tipo de valores van a incorporarse en esas instituciones, que es en muchos sentidos lo que provocó la lucha en Seattle. ¿Qué tipo de valores deberían incorporarse a la OMT o al FMI, si es que éstos pueden tener cualquier otro tipo de valores que no sean los puramente monetarios? Así es que ésos son los temas que reaparecen, ese tipo de cuestiones morales. ¿Dónde pueden discutirse estos asuntos? ¿Se discutirán dentro de la estructura formal de la educación universitaria? No lo creo. Realmente no lo creo. Yo trato de discutirlo, pero, francamente, mi propia institución me margina, lo cual es una de las razones por las que voy a dejar Hopkins, porque todo lo que busca es venderse al cambio tecnológico y al aparato del Estado. De eso se trata. Todo se trata de ganar dinero. Yo no tengo suficientes apoyos para la investigación. Soy una persona no valorada en mi institución. Y te dejan claro que no eres valorado. Y así te tratan. Eres un parásito porque no estás produciendo, no te estás entregando al gobierno y a la industria. Tienen una declaración de la misión, cuyo primer borrador decía: “Tenemos que entregarnos al servicio del gobierno y la industria”. Cuando me levanté y dije, “¿Y qué con el interés público? ¿Y qué con los pobres?”, la gente dijo, “Claro, claro. Quizá deberíamos modificar la declaración”. Pero no van a modificar la práctica. Así que [la discusión] podría darse en otro lugar. ¿Podría darse mediante, no sé, museos y esas cosas? No sé mucho sobre museos y esas cosas.

            Me parece que organizaciones como INSITE tienen una posibilidad real. Es una posibilidad, no necesariamente un hecho, y deberíamos discutir ese punto. Una posibilidad de explorar algunas de las contradicciones que existirían dentro de este proceso, particularmente entre los distintos niveles, en la forma en que lo personal es político para muchos artistas. Y la forma en que eso se relaciona con algo llamado comunidad, que quizá se vincule con el tema de la conciencia regional a través de las fronteras. ¿Existen allí elementos contradictorios que realmente puedan aprovecharse? ¿Y cómo pueden aprovecharse esos elementos contradictorios? Creo que éste es el tipo de pregunta que surge: ¿es INSITE un sitio donde este tipo de cuestiones puedan discutirse y ponerse sobre la mesa? ¿Y cómo pueden ponerse sobre la mesa? Ése es, desde mi punto de vista, el tema principal. Así que entonces tenemos estas dos preguntas fundamentales que me gustaría abordar. Y al abordarlas, pienso que no es que podamos verlas y decir: “Bueno, tengo todas las respuestas, o esto es lo que deberíamos hacer y así es como deberíamos hacerlo”. Pero creo que es un momento en el que necesitamos conversaciones, conversaciones sobre alternativas, conversaciones sobre dónde estamos, adónde vamos con todo esto, quizá cómo debemos entenderlo. Y una vez que lo entendamos un poco mejor, ponernos en condiciones de intervenir, de alguna manera política y consciente, mediante la formación de alianzas, mediante una configuración que vincule actividades en una escala con otra escala. Existe una tendencia entre quienes trabajan con acciones comunitarias de decir que lo único que importa es la acción comunitaria, porque quienes trabajan en el Estado dicen que lo único que importa es el Estado. Quienes trabajan en la institución global, dicen que lo que importa son las instituciones globales. Todo importa. Y si podemos encontrar formas de hablar a través de estas distintas escalas de acción política, pienso que estaremos en mucho mejores condiciones para enfrentar algunas de las dinámicas del cambio tecnológico y la globalización. Muchas gracias.