Michael Schnorr & Ulf Rollof
Abandonado II,
1992, 1994
Lo recuerdo muy bien. Fire-Chair tenía una misteriosa forma que captaba el espacio negativo de un cuerpo y parecía incómoda. Sin embargo, no estaba segura de qué era o cuál era su función. En 2003, cuando llegué por primera vez y encontré Abandonado II, 1992, obra de la cual formaba parte la escultura anteriormente mencionada, Playas de Tijuana estaba, como gran parte de la costa mexicana, enredada en un desarrollo urbano desquiciado, dramático, con pocos o ningún código de construcción implementado para detener la autoconstrucción de vivienda, dando la apariencia de que ese barrio al lado de la playa había nacido de una ruina.
Está impresión fue aún más dramática al lado de la hermosa costa de Baja California, a sólo sesenta metros, justo en la punta más extrema de las Américas: un “cadáver exquisito” de olas de surfistas hackeado por el filo romo de cuchillo del muro fronterizo. Es un paisaje golpeado y cortado, borrado, donde la erosión por las mareas es constante y donde otra forma de entropía también está en juego: el olvido deliberado de las cosas, eventos, instituciones, acciones, personas—un fenómeno que he observado en muchos aspectos de la vida en la frontera y creo que va de la mano con la Gestalt liminal e híbrida de Tijuana y la transitoriedad resultante de la auto-invención y migración constantes.
Tal vez haya sido precisamente esta tendencia al olvido y al borramiento que motivó a Michael Schnorr y Ulf Rollof a colaborar en una obra que describieron como un “parque infantil para niños abandonados a lo largo de la frontera internacional”, compuesto por muebles de exterior con calefacción, basados en adaptaciones múltiples de un horno de ladrillo, así como otras piezas de “demostración” como el Habla/Head – Cabeza/Speak destinado a ser usado por poetas y otras personas para practicar la oración dentro de la caracola de ladrillos. No sabría si esos niños deambulaban por Playas, pero al parecer dos poetas sí usaron la cámara de resonancia. Sin embargo, muchos años después y en el Lado B del sueño Californiano, los extraños montículos de ladrillo y cemento que formaban parte de Abandonado II siempre aparecían en mi visión periférica, incluso cuando los miraba de frente. No me di cuenta, por ejemplo, que formaban parte de una instalación más grande que ocupaba todo el terreno. Originalmente, la vista que mostraba su ubicación fue hecha quitando la primera capa de suciedad del suelo en partes del terreno para crear una gran figura que aparentara la península de Baja California y también incluía tierra apilada y canales de agua con plantas intercaladas por todas partes. Poco después de más de diez años desde su creación, todo se había camuflado con el ambiente y lo que permaneció se veía —como el título de la obra lo había predicho— abandonado, en ruinas. Las piezas de ladrillo, claramente construidas con afecto y cuidado, se parecían más al gesto reticente de un nuevo propietario, esperanzado pero condenado, que a la firme creación de unos artistas. Fue aún más tarde cuando me enteré de que la instalación fue parte de la primera edición de INSITE de 1992—el proyecto icónico de arte binacional—y que sus creadores la continuaron y la mejoraron en la segunda edición de INSITE en 1994.
Resulta que Schnorr y Rollof ya contaban con una larga historia juntos antes de colaborar en la creación de esta instalación de sitio específico. Como Rollof explicó en el Kunst & Museum Journaal en 1993,1 el artista sueco había conocido a Schnorr cuando tenía dieciséis años y le había ayudado a pintar el importante mural The Death of a Farmworker (Tribute to Cesar Chávez) en 1978, ubicado en el Chicano Park de San Diego. De hecho, Rollof siempre se refiere a Schnorr como su mentor y maestro, lo que hace que su instalación en Playas Tijuana tenga aún más resonancia dadas las muchas e improbables coincidencias y conexiones a través del espacio y el tiempo que la hicieron posible. Schnorr, nacido en Hawaii y criado en Chula Vista, justo al otro lado de la frontera mexicana, fue una rareza—un miembro angloamericano del movimiento chicano de San Diego, pero también un importante activista para los derechos de migrantes, Chicanos, y para cuando lo conocí en los años 2000, de los derechos a la vivienda en el asentamiento informal de Maclovio Rojas en la periferia sureña de Tijuana, donde fue un referente comunitario clave, pero enigmático. Un verdadero anfibio cultural, también se convirtió al islam y por treinta y nueve años fue profesor de tiempo completo en Southwestern College. Como hecho importante, en 1984 fundó el Border Art Workshop/Taller de Arte Fronterizo con David Avalos.
Solo podemos imaginarnos al joven Rollof como un chico sueco entusiasta que se dejó impresionar por la mera existencia de la frontera y su intensidad política, que hasta el día de hoy parece adquirir una forma física real, como un golem geopolítico transubstanciado. Schnorr le enseñó que el arte tiene que ser de su tiempo y responder a las urgencias políticas y sociales, en lugar de simplemente explorar la invención formal. En 1992, Rollof ya se había convertido en un artista conocido internacionalmente, precisamente en el momento en que el mundo del arte global estaba emergiendo y se estaba conformando el circuito bienal. Fue entonces que Schnorr le extendió la invitación a su alumno joven y carismático para participar en IN/SITE92.
En Abandonado II nos encontramos con dos artistas que representan de manera insólita las tensiones, no sólo de toda la era de las bienales y los artistas paracaidistas que los 90 y el capitalismo global hicieron posible, sino también de INSITE en sí mismo como un proyecto siempre al borde de una contradicción: reflexionar sobre lo local a la vez que se aborda lo global. Schnorr fue un artista profundamente arraigado que creció en y a través de la práctica local para darle un sentido y, de una manera, crear ese mismo lugar—comunidad—ladrillo por ladrillo. Rollof, por otro lado, aterrizó desde otro lugar y respondió auténticamente, extrayendo ciertas historias, haciendo esta instalación y una segunda en Tijuana, con el título 23 September 1994, y también comisionado por InSite. Entonces, Rollof volvió a su lugar de origen seguido por un rastro de condensación que conectaba esa pequeña trama en Playas de Tijuana con preocupaciones de otros lugares.
El alcance de un proyecto que abarca dos países y por lo tanto “cierra la brecha” era lo adecuado para ese momento, cuando el acuerdo de libre comercio se estaba negociando y la era de comercio global y el ablandamiento de las fronteras estaba empezando a emerger. IN/SITE92 estaba ubicado fuertemente en dos ciudades—San Diego y Tijuana—pero cuando llegó el momento de inSITE94, San Diego y Tijuana emergieron como una realidad singular y bifurcada. Hoy ese mundo ya no existe. La era de las divisiones nacionales y políticas proteccionistas está nuevamente sobre nosotros. Entonces podríamos preguntarnos: ¿qué será olvidado o borrado esta vez?
Veintisiete años después, todo ha cambiado alrededor de Abandonado II, obra que ahora sólo existe en registro fotográfico y en los recuerdos de los que presenciamos las distintas etapas de su disipación. La frontera ya no es un solo territorio, aunque varias de las mismas actividades, transacciones híbridas y porosas se sigan realizando allí. Aún más, la violencia de la guerra contra la droga, y el abandono de este territorio al control del narco, hacen que ahora sea muy difícil pensar en artistas que trabajen ahí con este mismo espíritu libre. Las huellas de la obra de Schnorr y Rollof se han desaparecido pero tal vez debe ser así. ¿Podríamos considerar el olvido mismo como una forma de supervivencia y una parte natural de la resiliencia contradictoria de Tijuana/San Diego? Mientras la resiliencia en las ciudades usualmente está ligada a adaptar rasgos positivos para mejorar las condiciones, quizás podría ser que olvidarse juega un papel importante en este proceso en territorios de trauma o violencia extrema. Olvidar habilita la reinvención radical, y quizás ésta es la única manera para seguir adelante en un sitio que haya estado en los bordes por tanto tiempo y tan vulnerable a los estragos del capitalismo global y la manipulación geopolítica. Quizá es hora de empezar de nuevo. De olvidar un poco y empezar a hacer nuevos recuerdos.