Cajón de cartas no recogidas
Aquellos que se identifican, conscientemente o no, con los aventureros de raza blanca que se apoderaron del norte de California que pertenecía a los ganaderos mexicanos en la década de los años 1840, siguen considerando la larga península de Baja California como una especie de órgano residual, cola de un reptil primario. Ahí, en ese territorio para escapadas, borracheras y ensueños, se permite vomitar sin vergüenza.
El trabajo de ensueño emprendido por el "sistema de la cultura blanca" se imagina a "Baja" como un espacio inferior, una utopía de libertades infantiles, donde las langostas pueden ser devoradas con voracidad, donde los coches se manejan con imprudente abandono. Los fugitivos, en las películas de Hollywood, buscan invariablemente la frontera, como si ninguna ley existiera más allá.
Y ahora, Hollywood mismo huye, cruza la triple barda para exponer su propia y muy cara versión de la historia de una modernidad que tropieza con un abismo primordial.
Los extras flotan y tiemblan entre maniquíes de cadáveres, gesticulando y atragantándose según las ordenes, un verdadero ejército de ahogados. Ciento sesenta kilómetros al norte, inmigrantes desafortunados tropiezan con otra narrativa, el ensayo general de un desembarco marítimo. Un senador de California, arquitecto de la triple barda, se preocupa por las armas nucleares chinas que cruzan la frontera ilegalmente en contenedores. Un ex secretario de la Defensa de los Estados Unidos escribe el inepto guión de una invasión a México. Los US Marines investigan cómo un consorcio coreano lograría construir sus portaviones en Tijuana. Al leer el texto de una película promocional de esta misma compañía coreana, un actor estadounidense, se equivoca y habla de las tradiciones "artesianas" del trabajo en México.
Una verdad paranoica al final de este siglo veinte podría resumirse de la siguiente manera: la industrializada frontera del norte de México es el prototipo de un sombrío futuro taylorista. Al volver a flotar, el Titanic es el vetusto precursor de una maquiladora fugitiva. Un embalse de mano de obra barata contenida y dirigida por la acción hidráulica de la maquinaria del apartheid. La máquina es cada vez más indiferente a la democracia en ambos lados de la frontera, pero no es indiferente a la cultura, al derramamiento de aceite sobre aguas turbias.
Las fotografías fueron realizadas entre agosto de 1996 y junio de 1997.