En una serie de clases y textos publicados a lo largo de la década de 1990, el filósofo y crítico cultural Jacques Derrida exploraba nociones de hospitalidad, echando mano de investigaciones históricas y contemporáneas en el marco de la filosofía y los estudios postcoloniales. Su interés en las implicaciones de invitar al “extraño” o al “extranjero” a nuestro hogar o país estaba directamente vinculado con los conflictos en torno a la inmigración en la Francia de ese entonces. Respondía a un momento en que el papel tradicional de Francia en tanto país de asilo (terre d’asile) era cuestionado por una nueva percepción de Francia como parte de la Fortaleza europea, un esfuerzo continental por cerrar las fronteras.1 Me interesa retomar las ideas de Derrida en torno a la hospitalidad como herramientas para revisar las implicaciones del proyecto del artista Paul Ramírez Jonas para inSite_05, en tanto está relacionado con las dinámicas de inmigración dentro de la región fronteriza de San Diego-Tijuana.
Mi Casa, Su Casa gira en torno a la figura de la llave: una llave como objeto íntimo, como símbolo potencial y como agente lingüístico. El proyecto comprendió una serie de pláticas del artista en varios puntos comunitarios tanto en San Diego como en Tijuana. Las pláticas, íntimas e intencionalmente dispersas, incluían imágenes y narrativas relacionadas con la investigación del artista sobre las llaves de individuos específicos, de diversos estatus económicos, que transitaban a ambos lados de la frontera. Los temas se entrelazaban con referencias a historia del arte, ingeniería aeroespacial, y ejemplos de cómo los pasaportes, las nacionalidades específicas y el tono de la piel pueden entenderse como “llaves” en ciertos contextos.
El gesto más provocador del proyecto ocurría al final de cada plática. Ramírez Jonas les pedía a los presentes que participaran en un intercambio de copias de sus llaves personales con otros miembros del público. Había un cerrajero presente para reproducir las llaves. El artista iniciaba el proceso con su propia llave de casa, que entregaba a un miembro voluntario del público, quien a su vez mandaba hacer una copia de su propia llave. A manera de cadena, cada individuo iba intercambiando su llave personal con la de una persona desconocida.
Es justo en sus múltiples gestos hacia la apertura de nuestro hogar a un extraño como Mi Casa, Su Casa evoca la hospitalidad y las investigaciones de Derrida en torno a las relaciones entre “anfitrión” y “huésped”. La expresión que sirve de título al proyecto (mi casa, su casa) invita al huésped a sentirse cómodo y a considerar la casa del anfitrión como suya. Para Derrida, si bien estas interacciones aparentan ser de naturaleza generosa, siempre conllevan cierto grado de hostilidad —él lo llama “hostipitalidad”—, en particular la forma en que se nos invita a actuar como si estuviéramos en casa, al tiempo que se nos obliga a recordar que en realidad esto no es cierto, que no es nuestra casa, sino la casa del anfitrión, donde se espera que respetemos la propiedad ajena y las normas sociales. La hospitalidad entra en el proyecto de Ramírez Jonas en el marco de una amenaza implícita: la posibilidad de que el extraño utilice su copia de la llave para entrar a casa del otro de manera inesperada. El proyecto crea una prolongación ominosa de la potencialidad de este momento de recibimiento y de invasión doméstica.
Si bien Ramírez Jonas amplía el significado de las llaves de manera intencional, es importante ligar su relevancia con las especificidades de sitio que conformaron el proyecto. Nuestra llave individual de acceso puede adoptar formas variables, pero la “puerta” implícita en Mi Casa, Su Casa es la de la frontera entre EUA y México, así como las complejidades que conlleva cruzar de un lado al otro de dicha frontera. En la acción central del proyecto, es decir intercambiar las llaves personales, se manifiesta una confianza tácita, una confianza en el otro al darle acceso a nuestra casa y, por extensión metafórica dentro de este contexto geopolítico, al aceptar los riesgos e incógnitas que conlleva abrir esta frontera a inmigrantes tanto legales como ilegales.
Derrida hace una distinción específica entre lo que describe como hospitalidad ilimitada, que él considera un “ideal imposible”, y hospitalidad condicional, que involucra costumbres, contratos sociales y leyes. La hospitalidad ilimitada implicaría ofrecer libremente nuestra casa y posesiones al otro, sin esperar nada a cambio. Conlleva una postura ética extrema que, si bien se considera inalcanzable, es un ideal que, de acuerdo con Derrida, constantemente da forma a la hospitalidad condicional que, en comparación, siempre ofrecerá menos. El filósofo aplicó estas ideas directamente al Estado nacional, a la forma en que la ética proyectada de la inmigración en muchas naciones pretende una generosidad extrema, pero en realidad siempre es condicional, implica cuotas u otros requisitos: siempre existen llaves particulares de entrada.
En esta línea de pensamiento, Estados Unidos es concebido como una nación que se identifica fuertemente con su mito de hospitalidad ilimitada y que, sin embargo, lucha contra las realidades de la hospitalidad condicional. Mi Casa, Su Casa evoca ambos términos. Dentro de sus pláticas, Ramírez Jonas identificó el carácter específico de las múltiples llaves que permiten el acceso a través de la frontera de EUA, esas herramientas de hospitalidad condicional. Al mismo tiempo, su acción propuesta, el intercambio de llaves, conllevó soltar esos obstáculos potenciales, dar acceso ciegamente a un extraño de una manera que sugiriera hospitalidad ilimitada.
En la actualidad, 15 años después de Mi Casa, Su Casa, las preguntas que este proyecto plantea constituyen una fuente mucho mayor de conflicto y cuestionamiento. El tránsito transfronterizo fluido de los dueños de las llaves, tal como era narrado en las pláticas de Ramírez Jonas, ya no es tan fácil ni posible. Con la militarización de la zona fronteriza establecida por la administración de Trump, y con el papel tan central de la restricción del acceso al país en el marco de la ideología y la agenda políticas de ese presidente, nos encontramos en un momento en que todas las formas de hospitalidad, santuario y derechos de los inmigrantes están en riesgo y altamente politizadas. Los estatus de asilo y refugio se están viendo gravemente restringidos, se está separando a las familias, y reteniendo a los niños en campos de detención. Las llaves de entrada a Estados Unidos —aquello que constituye un huésped bienvenido— están cambiando de carácter constantemente, de un día a otro. Otro aspecto importante en la discusión sobre la región fronteriza hoy en día, en particular respecto del reciente flujo de inmigrantes de América Central, es que ya no se trata de una discusión en torno a la hospitalidad a lo largo de una sola frontera, sino de dos. Ahora la frontera del sur de México desempeña un papel importante en estas negociaciones y en las perspectivas cambiantes de México en torno al recibimiento de inmigrantes. Además, ese país debe al mismo tiempo atender el acceso fluctuante de su propia población hacia y desde Estados Unidos.
Mi Casa, Su Casa posee una relevancia histórica por su naturaleza radicalmente discursiva y performativa, así como por la manera en que generó sus propios públicos específicos, los seres sociales articulados mediante los intercambios que se estructuraron en las pláticas de Ramírez Jonas. Cada uno de estos públicos-convertidos-en-participantes surgió de la experiencia con la única prueba material duradera del proyecto: su copia de una llave de latón. Estas pequeñas esculturas tenían grabados dos dibujos que, juntos, encapsulaban las preguntas de la totalidad del proyecto. Un lado presentaba las manos de un individuo con las palmas abiertas en un gesto vulnerable tanto de dar como de recibir. El otro lado mostraba dos manos cubriendo el pecho, como símbolo de autoprotección, contención o rechazo. En estos momentos complejos de política aislacionista, virus globales e inseguridad ambiental, resulta clave la pregunta sobre si se debe compartir generosamente o retirar el acceso, aspirar a la hospitalidad condicional o ilimitada.