1. Formas vitales: este término lo utiliza la artista brasileña Anna Maria Maiolino para referirse a sus formas biomórficas de cerámica, que pueden remitir a órganos, huevos, puñados o bocados. Entre otras frases similares podrían contarse las de objetos resonantes o figuras cargadas, pero para Maiolino la idea de formas vitales no sólo sugiere fuerza, sino también necesidad. Los rastros táctiles de sus esculturas evidencian los procedimientos necesarios y laboriosos que las moldean para darles vida; una forma vital es una forma desmitificada.
2. Escribiendo en julio de 2020, en un momento saturado por los crecientes índices de mortalidad debido a la pandemia de COVID-19 y por el activismo en torno a la mortal violencia del Estado hacia las personas negras, pienso de nuevo en la vitalidad y la necesidad, en la vida y en la viveza, en quién y en qué consideramos indispensable. La categoría de “trabajador esencial” (siempre cambiante y sujeta a redefinición de acuerdo con los caprichos políticos) ha puesto a las poblaciones precarias en primera línea ante el virus. En una amarga paradoja, los inmigrantes que empacan carne y las personas de color que atienden en los supermercados por salarios mínimos se consideran esenciales, justo en un momento cuando, más que nunca, se les trata como algo desechable.
3. Mientras escribo estas palabras, pulso el teclado de plástico insertado en la carcasa metálica de mi computadora portátil, una computadora cuyos circuitos y mecanismos electrónicos —esas entrañas ocultas— están hechos, en parte, de minerales como tungsteno, cobre, oro y tántalo. En ocasiones llamados minerales de conflicto o de sangre, estos materiales suelen obtenerse en circunstancias brutalmente destructivas para el medio ambiente y punitivamente explotadoras para los trabajadores que realizan las labores de extracción. Muchas son las heridas que se han infligido para que este cursor parpadee. La teoría de Maiolino sobre las formas vitales afirma que éstas nos hablan, de algún modo significativo, sobre sus propios orígenes, sobre los muchos y distintos tipos de trabajo que contribuyeron a su manufactura. No veo los minerales enterrados en las entrañas de mi computadora portátil, y el capitalismo global quiere insistir en que la gente que realiza estas labores también se mantenga fuera de nuestra vista.
4. Estoy sentada frente a mi escritorio. Es de madera, quizá de teca, porque es un mueble danés de segunda mano de mediados del siglo pasado que me dio una amiga, cubierto de manchas que a ella la distraían y a mí me parecen tolerables, incluso encantadoras. Hasta donde sé, nunca he visto en vivo un árbol de teca, de modo que no puedo imaginar cómo son su tronco, sus ramas o sus hojas; los bosques de teca crecen sobre todo en lugares como Myanmar, India, Indonesia y Tailandia. Cómo esta madera asiática llegó a estar al alcance de, y se puso de moda entre los diseñadores de muebles y arquitectos daneses hace más de 50 años es algo que me encantaría rastrear como parte de mi proceso de investigación, aunque fuera para una nota al pie. Quizá existan libros al respecto: mapas del comercio de teca con mapas superpuestos de bases coloniales escandinavas. Pero no tengo acceso a mi biblioteca; lleva meses cerrada debido a la orden de permanecer en casa.
5. Aquí sentada, mi cuerpo está rodeado casi por completo de madera; mis pies descansan sobre el viejo piso de roble. Mi espalda y mis piernas están acomodadas sobre una silla de madera. Vivo en una pequeña casa de madera, algo en lo que suelo reflexionar con inquietud porque está ubicada justo a una cuadra de la zona de mayor riesgo de incendios en el norte de California. He estado pensando mucho sobre la madera. Sobre cómo arde. Sobre su sed. Las dos secuoyas en mi patio están desaliñadas y mal regadas; me preocupa su supervivencia. Están acostumbradas a una capa más robusta de niebla y a lluvias más consistentes en invierno. Toda la humedad de la que los árboles dependen para su supervivencia está desapareciendo debido al cambio climático. Cuando me asomo por mi ventana veo colinas sedientas color marrón.
6. Los científicos nos advierten que las pandemias tienen más probabilidades de estallar allí donde los hábitats naturales están siendo desplazados, en esos puntos de fricción donde la vida silvestre está desapareciendo debido a la incursión humana; así, el virus y el cambio climático son fenómenos íntimamente ligados.
7. Éste es un experimento escritural sobre la forma vital que a su vez adopta una forma alternativa: la del fragmento. Es una meditación sobre la vida y el trabajo y la materialidad que deja mi propio trabajo al descubierto, mis propias circunstancias materiales, y mi propio proceso duracional de pensamiento, con todas sus digresiones y callejones sin salida, como un acto de develación.
8. Vita, latín, de vida. Vital como en crítico: en el hospital monitorean órganos vitales, revisan los signos vitales. Si esos signos están fuertes, entonces el paciente tiene posibilidades de vivir. En algunas zonas de mi estado natal, Texas, en particular en el sur predominantemente latinx a lo largo de la frontera con México, las unidades de terapia intensiva (UTI) están saturadas y rechazan a la gente que necesita los ventiladores para respirar. Sigo estos números con profunda alarma. Dentro de la lógica racista y asesina del gobierno criminalmente incompetente de Trump, esta gente es prescindible y, por ende, se les niega el aire.
9. “No puedo respirar.” Una de las consignas del movimiento Black Lives Matter [las vidas negras importan] tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis se ha concentrado en la capacidad de respirar. En las grandes y hermosas protestas en Oakland, todos cuidan traer mascarillas para prevenir la propagación del virus mientras éste flota invisible entre nosotros. Las acciones de inhalar y exhalar nunca se han sentido más marcadas, más diferenciadoras, más urgentes, más peligrosas, más privilegiadas.
10. Ayer hubo un gran incendio en San Francisco y su aterrador humo se desplazó a través de la Bahía en nuestra dirección, hasta cubrir todo en Oakland. Las corrientes de aire dominantes no suelen ser generosas con mi ciudad —vecina de San Francisco e históricamente de menores ingresos y mayor diversidad racial—, y la relación directa entre clase, raza, contaminación y problemas de salud crónicos es palpable en todas las mediciones.
11. A las densas selvas del Amazonas las conocemos como los “pulmones” del planeta, uno de sus órganos vitales. Bajo el presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, cuyos motivos son el lucro y el racismo antiindígena, la rápida deforestación del Amazonas se está acelerando. Esta devastación es similar a la crisis de COVID, que al mismo tiempo está golpeando muy duro a las comunidades indígenas brasileñas; la Tierra grita mientras la despojamos de su respiración.
12. En lengua inglesa, el origen de la palabra matter [materia] (o material, sustancia) está entrelazada de cerca con la palabra wood [madera], materia. Vayamos aún más atrás en el tiempo: materia viene de mater, o madre. Madre/madera/materia; me impresiona la profunda inteligencia de estas asociaciones lingüísticas.1 La madera como una madre, la fuente femenina de la vida de toda la materia necesaria. Madeira, madera en portugués, conserva la memoria de algunas de estas historias.
13. Para resistir el estado de sitio de los agentes federales en Portland, Oregon, un “muro de madres” formó una barricada humana, utilizando sus cuerpos maternales a manera de escudo: las madres se vuelven fuertes e inquebrantables, como un muro de madera.
14. La artista indígena brasileña Conceição Freitas da Silva, también conocida como Conceição dos Bugres (1914–1984), esculpió figuras de madera utilizando cinceles para tallar rasgos y producir personajes totémicos cilíndricos. Sus rasgos faciales son esquemáticos, pero también distintivos e individuales; con un poco de pintura negra y cera amarilla, la artista representa el cabello, dibuja ojos y bocas, e indica las extremidades. Partiendo de la sugerente pauta que le dan los troncos de árbol en forma de columna, con sus ranuras y bultos naturales, anima sus formas y las traduce en seres vivos reconocibles de forma diferenciada. Su trabajo, que siempre enfatiza el volumen, es tridimensional, sólido; premia al espectador que puede verlo en su totalidad. En una entrevista de 1974, la artista explica que le inspiraba trabajar de este modo cuando un rostro se le aparecía en la madera; sentía que la propia madera tenía la capacidad de sugerir, si no es que generar, la forma que quería adoptar. “La naturaleza de la madera es sabia”, dice. “A natureza da madeira é sábia."2 Aunque su trabajo es atrevidamente innovador, Conceição dos Bugres sigue siendo bastante desconocida, relegada como está a ideas retrógradas sobre las tradiciones autóctonas y folklóricas.
15. Como ocurre con el arte de Conceição dos Bugres, las valencias de género del arte de Anna Maria Maiolino siempre están presentes, tanto en las elecciones materiales de Maiolino (que incluyen textiles y barro), como en su obra visiblemente corporeizada. Entre ambas artistas pueden trazarse distinciones importantes, dado que Maiolino (formada en una escuela de arte) se mueve dentro del espacioso dominio de la abstracción, mientras que dos Bugres (sin estudios) regresa una y otra vez a la figuración. Sin embargo, ambas plantean una propuesta feminista necesaria: no deberíamos dejar el esfuerzo en segundo plano. El trabajo y los procedimientos del hacer no deberían quedar ocultos, sino expuestos, aun cuando queden cantos burdos o detalles inacabados.
16. Al abordar el tema de la forma vital, yo también quise desnudar la forma-ensayo hasta dejarla en lo esencial. Me pregunté cuál es el núcleo de este género. ¿Qué sigue siendo elemental cuando las sutilezas académicas habituales se hacen a un lado en tiempos de emergencia? Al decir lo que suele quedar sin decirse —observaciones fragmentarias sobre los múltiples contextos que estructuran mi propio cuerpo escritural—, intenté traer el proceso y el carácter físico a un primer plano, como lo hace Maiolino. Ésta es una narrativa burda de mis propios trabajos, desde dónde me siento hasta cómo pienso. Elegí no pulirlo para producir un argumento imparcial, y dejar las dolorosas y apremiantes astillas en su lugar.