Hacer algo—Mircea Eliade diría—es “conocer la fórmula mágica que permita <<inventarlo>> o <<hacerlo aparecer>> espontáneamente."1 Las formas toman tiempo en ser físicas y reales. Aparecen primero en la imaginación. Tomar la materia en su estado puro y convertirla en una forma o figura es una de las actividades instintivas de los seres humanos. Inclusive podríamos decir que es el primer intento de modelar nuestro mundo personal —una acción que canaliza y absorbe nuestros primeros instintos y energías. De cualquier forma, las figuras simples no pertenecen al ámbito social hasta que se transforman en formas vitales; esto es, cuando son útiles y significativas, una vez que les atribuimos valor y deseo. Roland Barthes preguntó, “¿Cuál es lo específico del mito? Es transformar un sentido en forma,” ya que “cada objeto del mundo puede pasar de una existencia cerrada, muda, a un estado oral, abierto a la apropiación de la sociedad."2
Al entrar a una nueva dimensión hoy en día, la cual no es necesariamente plana, sino entrópicamente amorfa, los significados están a la deriva, y como consecuencia, los mitos se han roto. No obstante, los objetos que rodean nuestras vidas cotidianas, más allá de su valor social, han adquirido una relevancia monumental, similar a la relevancia que Georges Perec le atribuye a lo “infraordinario”, a lo “endótico”, esto es, a la antropología de la vida diaria. 3 Las formas y los objetos se han vuelto parte de nuestro microcosmos doméstico, uno que actualmente no incluye la esfera social, y que por lo tanto no puede ser apropiado por la sociedad. Pero uno en el cual quizá podemos subvertir el argumento de Barthes, y en lugar de transformar el significado en una forma, podríamos transformar la forma en significado. Es más, podríamos olvidarnos del significado, y sólo enfocarnos en las formas: físicas, táctiles, y corpóreas; formas que en su mera existencia transmiten significados potenciales e interpretaciones para el futuro. Estas formas no necesitan ser inventadas, como en la declaración de Eliade, sólo señaladas, tocadas, moldeadas, coleccionadas y organizadas. Esto significa que mientras ocupamos el día a día, otro tipo de formas vitales emergen para confirmar nuestra existencia en el mundo.
Durante una entrevista sobre su trabajo4 (Podrían ser más que estos, INSITE97), la artista brasileña Anna Maria Maiolino utilizó el término acciones vitales—el punto de partida para esta tercera edición del INSITE Journal—para describir cómo la energía y la sensibilidad formaron sus esculturas durante el proceso de modelar el barro. Ella habla de cómo su mano, a la que ella llama la “mano feliz” Bachelardiana, se guía por la materia, y cómo cada gesto único e irrepetible simula el deseo: una forma natural de estar en el mundo. Hay numerosas revelaciones aquí—la más relevante en este contexto es que el proceso, sin importar cuán monótono ó repetitivo, es el que transmite la viveza de las formas, y también, que es aquí en donde los mitos comienzan a suceder.
El valor de las formas no depende de su carácter físico, sino más bien de su ímpetu inherente, el cual es la auténtica fórmula mágica que las mantiene en un estado continuo de invención. Naturalmente, el valor no es considerado aquí en relación con la propiedad, el fetichismo o la comodidad, sino en conexión con la habilidad de las formas de potenciar nuestra imaginación y de estimular el deseo. Esta también es la razón por la cual la importancia de la noción Perequiana de lo “infraordinario” no es sobre lo concreto de los objetos y los espacios, sino sobre nuestra habilidad permanente de actuar y comunicarse a través de ellos. En otras palabras, el mito que creamos para y alrededor de nuestras formas vitales personales, ya sean sagradas, o mundanas, naturales o artificiales, encontradas o creadas.
Para ENSAYOS, la Profesora y curadora Julia Bryan-Wilson aporta declaraciones poderosas que conectan distintas realidades de nuestro tiempo actual, al mismo tiempo que aborda la relevancia de las formas vitales, el trabajo y la materialidad. En la misma sección, el curador, escritor e historiador del arte Lars Bang Larsen considera la “irritación” como una dimensión orgánica que afecta al cuerpo y a los sistemas para permear e intensificar la vida social. Para IN FOCUS, el escritor y crítico Jeffrey Kastner se adentra en el proyecto Signos del Cerro del centinela (INSITE2000) del artista Allan McCollum. En su texto analiza perspicazmente las capas históricas de esta forma geológica, para después considerarla como un fenómeno de “entidad ausente” con múltiples significados. Para el proyecto de Anna Maria Maiolino Podría haber muchos más que estos (INSITE97), la curadora Sharon Lerner intuitivamente caracteriza su trabajo orgánico como parte de un ciclo vital que impone una “distancia ritual”. La nueva sección del Journal Selecciones del Archivo, incluye materiales inéditos (una entrevista, un video, y una transcripción de audio) de la artista Silvia Gruner durante la realización de su proyecto La mitad del camino (inSITE94), en donde ella misma narra a fondo el proceso y el propósito de su trabajo.
DOCUMENTOS se enfoca en el proyecto Porcelana (2017-18 inSite/ Casa Gallina) de la artista Marianna Dellekamp, en el cual reunió a un grupo de mujeres de la colonia Santa María La Ribera en la Ciudad de México para tejer juntas. Al mismo tiempo, cada una de las participantes compartió objetos personales que, primero fueron reproducidos en porcelana por la artista, y después, rotos y reparados por cada una de ellas, usando como referencia la técnica ancestral Japonesa de Kintsugi. Finalmente, el artista Andy Goldsworthy se presenta con su proyecto Dos Piedras (inSITE94), en el cual cubrió dos piedras y unos palos con arcilla en dos sitios diferentes (dentro del Museo de Arte de San Diego y fuera del Gold Gulch Canyon, Balboa Park) para dejarlos transformarse orgánicamente con el paso del tiempo.