São Paulo: Puentes, túneles y viaductos

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Debido a la geografía del altiplano donde se erigió la villa jesuítica en el siglo XVI, a un gusto por la ingeniería y a una acentuada creencia en el progreso, São Paulo se encuentra hoy cortada y unida por puentes, túneles y viaductos. La topografía accidentada y los dos ríos se han presentado desde siempre como obstáculos naturales que debían dominarse para dar lugar al desarrollo urbano, por medio de estructuras cada vez más eficaces, construidas según las posibilidades técnicas y los gustos de cada época.

En el incio del siglo XX, los altos precios del café que erigieron las mansiones de la avenida Paulista también financiaron las estructuras metálicas del Viaduto do Chá y del Santa Efigênia. En la posguerra, con la llegada al país de las multinacionales automovilísticas, la ferrovía inglesa São Paulo Railway cedió lugar al asfalto. El concreto armado substituyó la ingeniería de hierro con puentes más firmes, viaductos más anchos, túneles más largos, tornando posibles estructuras como el vano libre del Museo de Arte de São Paulo (1947) de Lina Bo Bardi.

La voluntad de construcción que erigió Brasilia en 1960 se ve coagulada en esos puentes y viaductos que organizan la circulación urbana desde arriba, sobreponiéndose al diseño orgánico de las calles. No se puede negar la belleza de esas construcciones, evidencias de que el pensamiento matemático, si no mueve montañas, puede cruzarlas por el medio o pasarles por arriba. Son estructuras funcionales para una locomoción cada vez más rápida y símbolos del desarrollo en éste que es, hace ya demasiado tiempo, el “país del futuro”.

La imposición de esas estructuras masivas interrumpe el desenvolvimiento orgánico de los locales donde se instalan. La desocupación del área a su alrededor y el espacio negativo que instauran al elevarse del suelo, dan margen a nuevas formas de habitar. El puente mejor planeado, el túnel más preciso, el más estricto de los viaductos construye, al mismo tiempo que se erige, un revés de sí mismo, un área de incógnito, una laguna, un espacio sin proyecto donde pueden organizarse nuevas formas de ocupación a partir del vacío. En estos espacios conviven inseparables la formalización autoritaria de un proyecto urbanístico que privilegia la circulación de automóviles y la escala humana de las ocupaciones informales. Son territorios donde se ven condensados y yuxtapuestos el deseo moderno de ordenación racional del mundo y la realidad contemporánea de su organización por adaptabilidad.

-Carla Zaccagnini