Ciudad de México: El proyecto de vivienda Nonoalco-Tlatelolco del Arquitecto Mario Pani


De la crisis perenne a la modernidad suspendida: El conjunto habitacional Nonoalco Tlatelolco

La crisis en México, si no perenne, sí es absolutamente recurrente. Y además no sólo económica, también ecológica, científica, tecnológica y, por si fuera poco, política, ideológica y moral. En el devenir histórico de la nación –un complejo y contradictorio proceso– parecen reactivarse los mecanismos de su propia génesis. Un país semi-industrializado, semi-urbanizado, con una infraestructura raquítica y un crecimiento demográfico desproporcionado en el que surgen, sexenio a sexenio, los delirios modernizadores –o pura retórica– del político en turno, que deja a las generaciones venideras –además de otra crisis– su gesto faraónico, efectista, en el que pretende eternizar la evidencia de su desesperado –y fallido– intento por trastocar la inercia inalterable.

La historia de México –o quizá más preciso pero más aterrador, su historiografía–, víctima de sí misma, insiste en interpretar su identidad a partir de una interminable sucesión de tragedias y derrotas. Tlatelolco pareciera funcionar como sitio que conjura periódicamente el atavismo y así se convierte hasta nuestros días en un lugar cargado de simbolismos, en el que pareciera cifrarse nuestro futuro a partir de las huellas del pasado.

En 1964, inspirado en el concepto de la Ville Radieuse de Le Corbusier, Mario Pani construyó para el gobierno lo que se conoce como la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, un multifamiliar que buscaba regenerar zonas informales, dar vivienda a 70,000 habitantes y crear un complejo habitacional en el que hubiera áreas verdes, comercios y servicios que mejoraran la vida de los ciudadanos. El conjunto fue erigido en el mismo sitio que durante el periodo prehispánico ocupó el gran mercado de Tlatelolco –centro de la vida económica y social del México antiguo–. Fue también allí donde la noche del 13 de agosto de 1521 cayó Cuauhtémoc, defensor de Tenochtitlán, en manos de los españoles. Pocos años después de ese acontecimiento surgió allí mismo un Centro de Estudios –primer colegio del Nuevo Mundo y primera biblioteca académica de las Américas– que buscaba establecer puntos de contacto entre la cultura mexica y la española. También fue en Tlatelolco donde el indio Juan Diego le reveló al obispo Juan de Zumárraga las apariciones de la Virgen de Guadalupe. En los comienzos del México independiente, el Colegio de la Santa Cruz fue desalojado y sus edificios se convirtieron en una prisión, donde algunos ilustres intelectuales y revolucionarios estuvieron encerrados. Hoy Tlatelolco es también la sede de la torre de Relaciones Exteriores, desde donde se intenta la política exterior mexicana.

Para conmemorar la fusión de culturas y destacar aún más la riqueza simbólica del sitio, Pani realizó la Plaza de las Tres Culturas en la que a golpe de vista pueden verse tres periodos de la historia de México.

En 1968 tuvo lugar en la ciudad un fuerte movimiento estudiantil. Una marcha condujo a los estudiantes a la Plaza, donde el gobierno les tendió una emboscada. El 2 de octubre de ese año, a unos días de inaugurar las Olimpiadas, cientos de jóvenes murieron y otros desaparecieron, en la que hasta hoy ha sido la masacre estudiantil más grande y cruel de la historia de México. En 1985 un fuerte terremoto arrasó con una parte significativa de la ciudad de México. Entre los derrumbes más dramáticos estuvo el del edificio Nuevo León, situado en el corazón del conjunto que, además, sufrió daños irreparables en muchos otros de sus edificios.

La unidad Nonoalco Tlatelolco es así, nítido reflejo de la ansiada búsqueda por imponer una modernidad que nunca se alcanzó cabalmente. Casi como ruinas, es la muestra del intento aislado, desarticulado, señal del esfuerzo esperanzado pero infructuoso, que terminó devorado por un contexto inclemente.

–Ana Elena Mallet